por Oscar Quezada

Corazon Rebelde

No puedo empezar algún relato con la frase “en el invierno de…” o diciendo “en el otoño de…” o con la frase “en la primavera de…” o “en el verano de…” porque no vivo en un lugar que tenga las cuatro estaciones. Pero sí puedo iniciarlo con “la mañana del treinta y uno de octubre…” o “hacía mucho frío o calor…” o “el día que conocí a…”, etc.

El día Lunes diecisiete de febrero del 2020, le preguntaba a Dios que me muestre lo que hay en mi interior. Entonces empecé a recordar el libro de la Biblia que estoy leyendo, Deuteronomio. Su nombre es raro, significa “repetir”. Entonces puedo ver cómo Moisés vuelve a dar instrucciones a un pueblo joven.

Esto me llevó a meditar en algo que se repite siempre: “Si me obedeces, te irá bien, y si no, te irá mal”.

La Ley de la Decisión

Se trata de las decisiones que tomamos diariamente: si tomo buenas decisiones me irá bien, pero si tomo malas, me va a ir mal. Y en ambas viviré con consecuencias que pueden ser buenas o malas. Al hacer este análisis, sentía que Dios me hablaba y me mostraba —esto es revelación— con ese amor que un padre tiene para su hijo, que tengo un corazón rebelde, pues no le obedezco.

Casi le reclamo a Dios, pero me callé y pensaba que a mí me cuesta seguir instrucciones, obedecer, pero va más allá de seguir simples instrucciones.


Yo quiero hacer lo que me venga en gana, quiero hacer mi voluntad y no la de él… Es como el corazón de Caín que ofreció una ofrenda a Dios a su manera. Así es mi corazón, pero yo quiero tener el corazón de Abel y David. El primero hizo y presentó un sacrificio a la manera de Dios y el segundo tenía un corazón conforme a Dios.

— ¿Quién, David? ¿Estás seguro? —es lo que se preguntarán.

Les respondo que sí, que a pesar de las meteduras de pies que tuvo —de adulterar, mandar a matar, no ser un buen padre, entre otras—, tenía el corazón conforme a Dios, pues mostraba un verdadero arrepentimiento y cambió de actitud cuando le confrontaban.

El Modelo de Jesús

En este caso yo quiero ser como Abel y David, aunque es mejor ser más parecidos a Jesús. Él decía que hacía lo que vio hacer del Padre y también decía las palabras del Padre. Jesús no tuvo un corazón rebelde, más bien pidió ayuda para soportar el sufrimiento y no rebelarse.

Esto de tener un corazón rebelde no pertenece a la cultura del reino de Dios, más bien pertenece a la cultura del reino de las tinieblas donde gobierna Satanás o el diablo. Yo ya no soy parte de ese reino oscuro, sino que soy del de la luz, donde Jesús me dice que es el camino, la verdad y la vida para que yo me acerque al Padre. Yo soy del Padre y el Padre no es rebelde.

Termino con esto: cuando el Padre me dijo esto de mi vida, yo le dije:

“Padre, cambia mi corazón y hazlo más parecido al tuyo.”

 

 

 

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